La actual relación del espectador con las imágenes se asienta en hábitos relacionados con el viaje de ocio. Este componente turístico de la imagen recreativa se empieza a manifestar con claridad a lo largo del siglo XIX, cuando el viaje comienza a popularizarse como divertimento. La gran variedad de espectáculos visuales desarrollados en este siglo tiene en común una inclinación a desconectar el espectador de su entorno para hacer que se sienta transportado. Atracciones decimonónicas como los panoramas o los dioramas, reflejan esta característica de la imagen como medio de transporte virtual; una peculiaridad propia también del actual ecosistema visual, como se hace especialmente patente en la imagen esférica y la realidad virtual.
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